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De Ballenas azules y otras pirañas ciberneticas

Bogotá DC, de Abril de 2017

 

La Internet ha permitido la aparición de las múltiples redes sociales y aplicaciones de mensajería instantánea, con lo cual la comunicación cambió profunda y radicalmente, con sus evidentes beneficios y riesgos. Ahora la comunicación orbital es inmediata, de muy fácil acceso, barata y hasta gratuita.

 

De otro lado, la Posmodernidad Neoliberal con sus demandas consumistas y las competitivas obligaciones laborales, económicas y sociales, ha llevado a que los padres, en ocasiones, sean tan virtuales para sus hijos, como las mismas redes sociales, con una muy pobre comunicación verbal y personal y mucha comunicación virtual e impersonal. Aunado a estos dos fenómenos, esta lo vitalmente inevitable, la transformación de los niños a adultos, teniendo que recorrer la conocida crisis que conocemos como adolescencia, de los 11 o 12 años a los 18 o 19 años; con picos hormonales y de cambios muy notorios biológicos corporales, sociales, adaptativos psicológicos y de identidad, edad que técnicamente, desde la salud mental puede ser considerada la de mayor vulnerabilidad para la influencia personal, grupal o social, así como en esta época comienzan a hacerse evidentes síntomas transitorios fisiológicos, premonitorios o verdaderos de varios trastornos psiquiátricos mayores como lo son la depresión, otros trastornos afectivos y algunos que llamamos psicóticos.

Con estos elementos de juicio, es más fácil entender la emergencia, aceptación y viralización de fatales fenómenos virtuales, como lo son el matoneo virtual (cyber-bullying), múltiples grupos de Whatsapp, juegos o la aparición de otros fenómenos grupales con perfiles similares, como el tan publicitado Juego de La Ballena Azul, nacido en Rusia en el 2015 y ya difundido en varios países del mundo, al cual no es ajeno Colombia.

Todos estos productos virtuales son creados en el anonimato y la falsedad de los perfiles que permite, a los administradores (curadores), la Internet y sus diferentes redes sociales (Whatsapp, Facebook, Twitter, etc. ), lo cual lo hace aún más peligroso, pues estos enfermos personajes son pescadores y predadores de niños y adolescentes vulnerables, manipulables y con particulares características de autoestima y ánimo bajos, con socialización limitada, a los cuales invitan de forma cerrada o abierta a ser parte del grupo y del juego, al cual le imprimen un carácter de obligatoriedad y perentoriedad, con retos diarios que deben ser puntualmente registrados y reportados fotográficamente, bajo la motivación del cumplimiento o la coerción de la amenaza a la familia, con incremento progresivo de las acciones autolesivas como cortarse o dibujarse imágenes de ballenas, con ascenso escalado de retos, cuyo desenlace fatal es el suicidio (aproximadamente 130 víctimas en el mundo, de acuerdo a las publicaciones de los medios de comunicación).

 

Como ente académico, técnico y rector de la salud mental en Colombia, y  especialmente como psiquiatras de niños y adolescentes nos vemos en el deber social y moral de abordar el tema, para plantear algunas medidas preventivas.

 

Factores de riesgo

Parte del problema es que inicialmente, en cuanto al uso de Internet, no se sabe que es normal y que no lo es, tanto en términos de tiempo, como en términos de uso y dedicación, por lo cual es importante conocer algunos factores de riesgo que predisponen para la adicción a las tecnologías o que pueden permitir prever un riesgo adictivo.

Por etapas del ciclo vital, los adolescentes son un grupo de riesgo porque buscan sensaciones nuevas y se conectan a Internet o juegan muy frecuentemente, además de adquirir pericia rápidamente y ser mucho más hábiles y expertos que los adultos en el manejo de las nuevas tecnologías.

Por entorno familiar corren mayor riesgo aquellos adolescentes que crecieron con padres ausentes o que delegaron de forma facilista la recreación de sus hijos a los juegos de video o al computador, porque es más fácil controlar y tener un niño quieto y dentro de casa frente a una pantalla, mientras se utiliza el tiempo para otras actividades “de adultos”, como permanecer largas horas frente al computador cuando se está en casa, mostrando un modelo a seguir para los niños y adolescentes.

Es evidentemente más complicado jugar con el niño o adolescente juegos de mesa, didácticos de madera o salir al parque a recrearse y de paso ejercitarse físicamente. También las familias en las que la comunicación es pobre y se presentan fenómenos de maltrato físico o verbal, suelen ser muy predisponentes para que los niños y adolescentes busquen refugio emocional y afectivo en las tecnologías.

 

 

Por herencia, son más vulnerables, hijos de padres con alcoholismo o cualquier abuso o dependencia a sustancias, o jóvenes con familiares cercanos que han sufrido de juego patológico, también conocido como ludopatía.

 

Los adolescentes con pobres habilidades sociales y para relacionarse “persona a persona”, son más susceptibles de ser adictos a videojuegos o a las redes sociales y chats, estos medios minimizan la exposición social y los adolescentes tímidos se sienten seguros, pues controlan su acceso y salida al libre albedrio, sin que tengan que justificarse mayormente ante una persona o grupo por el contenido de sus textos o por las retiradas intempestivas. En los perfiles o “muros” es frecuente que se publiquen estados ánimo o situaciones importantes que viven y se quieren comunicar, que personal y verbalmente sería más penoso y vergonzante contar.

 

Existen rasgos de personalidad (son las características y mecanismos con los que el ser humano interactúa con el entorno y los otros) que en los niños y adolescentes se pueden llamar conductas, que aumentan la vulnerabilidad psicológica a las adicciones. Ejemplos como la impulsividad, el ánimo cambiante entre irritabilidad, explosividad y aparente tranquilidad, la baja tolerancia a cualquier tipo de frustración o fracaso y la búsqueda de nuevas aventuras y emociones. En algunos casos la conducta adictiva es secundaria a algún rasgo de personalidad como retraimiento social por timidez, baja autoestima o inconformidad con la forma de ser o del propio cuerpo, estos rasgos pueden llevar a utilizar formas inadecuadas o evasivas para enfrentar los problemas del día a día. En este aspecto es importante diferenciar los rasgos de personalidad, que no son enfermedad, de los verdaderos trastornos psicológicos o psiquiátricos que pueden coexistir, favorecer y perpetuar la conducta adictiva, por ejemplo trastornos de ansiedad como la fobia social o el trastorno obsesivo compulsivo, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad que se presenta con impulsividad, los trastornos depresivos o cualquier condición médica que tenga síntomas de angustia.

 

En conclusión hay que conocer los factores de riesgo de cada adolescente para poder prevenir la aparición de la conducta adictiva.

 

El juego de La Ballena Azul (gigante y magnífico cetáceo que según los biólogos decide morir voluntariamente en algunas costas del mundo), es una consecuencia del acceso temprano y precoz, que la sociedad moderna y los padres permiten a los niños y adolescentes a la tecnología y a la navegación por la Internet, no controlada, desmedida y adictiva, favoreciendo la diseminación de estos juegos mortales.

 

Por estas razones, es importante conocer los signos de alarma comportamentales y emocionales, de niños y adolescentes, no solo frente a las pantallas y la navegación, sino a signos e indicios de trastornos que pueden desencadenar en suicidio.

 

Signos de alarma

 

  • Cambios anímicos abruptos
  • Aislamiento
  • Irritabilidad espontánea o al limitar acceso a Internet
  • Cambios inexplicables de desempeño escolar
  • Alteraciones de sueño que se produzcan por acceso a redes sociales
  • Cambios de apetito
  • Permanecer tiempos prolongados en dispositivos tecnológicos o pantallas
  • Acceso redes en horas y lugares no adecuados (en la madrugada)
  • Temor a que se revisen las redes sociales
  • Dispositivos con varias claves o medidas de seguridad
  • Pobres relaciones sociales personales
  • Ser víctimas de matoneo (Bullying)
  • Hablar o preguntar sobre la muerte o formas de morir.
  • Suicidios recientes o previos de amigos o compañeros de colegio
  • Aparición de heridas en antebrazos, piernas o cualquier otra región del cuerpo que no tengan una explicación lógica
  • Sospecha o consumo de sustancias

 

Cuando evidencie estos signos de alarma, es importante procurar intervenirlos explorándolos con un dialogo cercano, si previamente existía una relación de confianza; sino, no pretender construirla inmediatamente por su temor, es mejor pedir a ayuda a un profesional de la salud mental.

 

Que hacer

 

  • Desde la infancia temprana, procure mantener una relación cercana y de confianza con su hijo, sin perder el rol de padre o madre, ofrézcale espacios de diálogo o créelos si no existen. Los adolescentes suelen no confiar en los padres.

 

  • Delimite el tiempo máximo de permanencia frente al computador, celular o juego, con una hora de inicio y una hora de finalización. De ser necesario establezca horarios.

 

  • Permita el acceso a los equipos tecnológicos, solo después de que los deberes escolares y de la casa se hayan cumplido a cabalidad.

 

  • Penalice el incumplimiento de estos tiempos, retirando el teléfono, tablet o computador por tiempos no menores a una semana, con fecha de inicio y finalización del castigo.

 

  • Si es necesario instale claves de acceso, configure programas que le permitan control, o desconecte el enrutador de internet después de las 9pm.

 

  • Si tiene dudas pida ayuda a profesionales expertos en el tema.

 

Subcomité de Psiquiatría Infantil de Niños y Adolescentes

Asociación Colombiana de Psiquiatría

 

DE BALLENAS AZULES Y OTRAS PIRAÑAS CIBERNETICAS

 

 

 

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